Y es precisamente en esos momentos cuando la misma vida te pega UN HOSTION y te pone los pies sobre la tierra.
Hace unos años que conocí a Mai. Era una compañera de mi madre, y era encantadora. Nunca me aburrí con ella, siempre tenia algo interesante que contar o algo que enseñarme. Tampoco hacia falta hablar mucho tiempo con ella para darte cuenta de que hablabas con una buena persona. Y aun así pasaba desapercibida, y no solo por ser poquita cosa, sino porque era muy humilde.
O al menos, así la recuerdo yo.
Mai contaba, que un día se dirigía a coger el metro. Al entrar en la estación, se coloco en las escaleras mecánicas y como cualquiera haríamos, esperó a que estas llegaran a la planta inferior para continuar su camino.
Lo malo de esto, es que Mai no se percato de que las escaleras mecánicas no funcionaban. Así que allí estaba ella, parada en lo alto de las escaleras, con cara de circunstancia y esperando algo que( por lo menos en ese momento) no iba a ocurrir.
Antes de que se diera cuenta de que se parecía más a un maniquí que a una persona bajando por las escaleras, un hombre que subía por las otras (que estas si funcionaban), le dijo lo siguiente
- ¡¿A donde vas?!
Y Mai, pensando que se trataba de un conocido, le respondió.
- ¡A casa de Alicia!
A lo que el hombre le contesta
- ¡PUES COMO NO TE BAJES ANDANDO...! No llegas.
No conforme con meter la pata, van y te lo dicen con todo el cachondeo del mundo.
Seguro que ambos tubieron una anécdota bien divertida que contar ese día. O por lo menos Mai si que la tubo. Y si que la contó, y me apuesto algo a que no soy el único que sabe esta historia, de la cual la propia protagonista contaba y se reía sin vergüenza ninguna.
Esto nos podría pasar a cualquiera, y en realidad seria una anécdota un poco mediocre o humillante para algunos. Pero para Mai era una anécdota divertida.
No lo pude entender, ¿como podía divertirle que le pasara algo así?
La respuesta era muy sencilla.
Porque los ciegos también tienen sentido del humor.
Y aunque Mai no veía nada ( o casi nada), eso no le impedía reírse de si misma y de lo que nunca fue un obstáculo para ella, su ceguera.
Mai se volvió hace unos años al lugar del que vino.
En el cielo nunca se han alegrado tanto de recuperar un ángel.
El día que se fue... Recuerdo que me dio mucha lastima, pese a no ser una persona muy muy cercana (como puede ser un amigo intimo, o un familiar).
Ir a ver a mi madre al trabajo nunca a sido lo mismo.
Así, el día que es mas oscuro que ninguno, y que por mas que miro no veo nada. Solo con recordar esta historia escrita en braille, se que aunque nada funcione siempre puedo mirar al frente y poner cara de circunstancia.
Muchas veces ir hacia adelante sin mas, no te lleva a ninguna parte. Hay que parar para equivocarse y antes de retomar el camino reírse un poco.
No hay mayor ciego que el que no quiere ver. Y cualquier ciego que este tocando estas letras sabe de lo que hablo.
No seáis cegatos Fraguers míos. Una sonrisa a tiempo ilumina muchos caminos.
Me ha encantado la entrada, muy bonita. Sonríele a la vida y la vida te sonreirá¡
ResponderEliminarSiempre esta bien eso de reirse de uno mismo. Así practicas para luego poder reirte de los demás. Buen post, furciéngala.
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarHe de deciros que Mai existio de verdad. Su historia no es inventada.